Hay varios Superclásicos que han quedado en la retina del hincha. Derrotas, empates sufridos o goleadas históricas alimentan el recuerdo. Pero los únicos en recordar estos sucesos, no son solo los fanáticos, sino que también los jugadores, protagonistas del ayer.
Uno que jugó pocos clásicos, pero que dejó huella en ellos, es Rodrigo «Polaco» Goldberg, quien hoy nos cuenta su experiencia.
No jugué muchos, pero hay dos que me marcaron. Uno, fue el primero que jugué en el cual ganamos por 2-0, con una anotación mía y otra de Marcelo (Salas). Ese fue mi primer gol.
El segundo, fue en julio de 1996 bajo el mando de Miguel Ángel Russo y ganamos por 1-0 con un gol mío.
Si tuvieras que elegir entre los dos, ¿cúal sería más importante?
No podría elegir uno. El primero es el primero. Mi primer clásico, en el Nacional, con 80 mil personas y donde hice mi primer gol.
Siempre había visto los clásicos desde afuera. Entonces, entrar a la cancha y ver a 80 mil personas, es fuerte para uno que es criado en la U. Además, recuerdo que era un Colo Colo potente, con figuras como el “Rambo”, Javier Margas, “Coca” Mendoza, Ivo Basay y Miguel Ramírez, entre otros; era un Colo Colo fuerte, no era cualquier cosa. Era importante entrar a ese partido con todo, porque no podíamos darles ninguna ventaja.
Ingresé en el segundo tiempo con Víctor Hugo Castañeda, que era el cambio que siempre hacia el “Lulo” (Socias), y él me dice: “Mira cómo están pasando los laterales de ellos, especialmente Mendoza, hay que ganarles la espalda”.
Después de dos o tres minutos de haber ingresado, recuerdo haber recibido un pelotazo de Leo Rodríguez que minutos antes me había dicho: “ojo con la espalda”. Entonces, a la primera me tira el pelotazo largo.
Yo sabía que cerca del área tenía que ir a encarar, nada de centros, solo encarar. Y todo se dio. El Coca para variar pasado -porque se creía delantero- ante lo cual tuvo que salir a marcarme Miguel Ramírez. Yo a Miguel lo venía estudiando de hace tiempo, sabía por dónde trataba de anticipar. Por eso, supe lo que tenía que hacer, y cuando me sale a marcar me lo saqué de encima y apunté no más, «lo que Dios quiera», me dije. Y Gracias a Dios salió esquinado y al palo de “Rambo” que según yo, no se lo esperaba.
La celebración fue algo anecdótica, pues luego del remate yo salí corriendo y gritando el gol. Al darme vuelta, el sol me pega en la cara y me encandila, entonces veo que nadie me viene a saludar. En un momento, pensé que lo habían anulado y me dije: “pero, ¿cómo?”. Sin embargo, después aparece el Pato Mardones que viene a abrazarme, el Huevo (Valencia) y los demás. Ahí me dije: “Sí, fue gol”.
Y el segundo tiene un componente muy emotivo. Ese día, mi hermano llegó de sorpresa a Santiago para verme jugar y fue la última vez que lo vi vivo.
En este partido me estaba marcando Pancho Fernández, a quien también yo conocía y sabía cómo marcaba. Habíamos estado hablando con Miguel Ponce y Miguel Ángel Russo, y sabíamos lo que teníamos que hacer. Para ese partido, preparamos varias jugadas y de hecho en el partido mismo hicimos muchas. Con Miguel (Ponce) sabíamos por dónde había que sacar ventaja.
Entonces, viene la jugada en el segundo tiempo, ya con Victor Hugo (Castañeda) en cancha. Se dieron varias situaciones y nosotros a esa altura del partido ya jugábamos muy bien, en el campo de Colo-Colo. Yo había tenido un par de remates y me sentía seguro. Cuando veo que va pasando Miguel, dije: “esta es la mía, acá me meto”. Él recibe el balón en el área y casi sin pensarlo me la tira atrás. Ahí rematé y se la puse al segundo palo al Rambo. Yo lo había presentido, sabía que algo bueno saldría de esa jugada.