El histórico año de 1994 marcó una huella imborrable en todos los corazones azules. Veinticinco años de espera paciente y rigurosa se acababan, y daban paso a un desate de algarabía nacional. La hinchada ya albergaba a diez mil seguidores en la galería sur del Nacional y se había posicionado como la más brava y numerosa del país, apoyada por la grandiosa campaña que el equipo realizaba esa temporada.
Existían núcleos de gran importancia que hacían la fuerza en sectores centrales y periféricos de la ciudad. Independencia fue una gran cuna de la hinchada, así como Peñalolen, Quinta Normal, Maipú y La Florida. Estas comunas concentraban gran número de integrantes y servían de ejes para las comunas aledañas a éstas. Ese año se comienza a notar más apoyo de la dirigencia azul. Ahora las reuniones se podían realizar en el interior de la sede de Campo de Deportes y no en la calle como venía ocurriendo desde hacía años. También se empezó a contar con presupuesto para viajes y especialmente para hacerle salidas al equipo. es así como se hace popular la costumbre de lanzar humo de extintores azul y rojo. esta iniciativa fué imitada rápidamente por todas las demás barras, pero los pioneros indiscutidos éramos nosotros. También llegaban los "tronadores", que son los petardos que explotan en el aire. Está demás decir que fuimos los precursores en este estilo. Cada salidos de los Leones al campo de juego se empezaba a transformar en un verdadero espectáculo aparte. Papel picado, rollos, humos azul y rojo y cientos de explosiones daban vida a un cuadro que rápidamente daba la vuelta al mundo a través de las imágenes televisivas. Fue en este año cuando, después de muchos, la U volvía a las competencias internacionales. Esta vez era para participar en la copa Conmebol, y Los De Abajo como hinchada tenían su primera oportunidad para salir fuera del país y revalidar los pergaminos acumulados en territorio nacional. Y así fué. El primer viaje fué rumbo a Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Una treintena de barrabravas hizo frente a treinta mil "bolitas" que expresaban todo su resentimiento contra todo lo que fuese chileno. Fue una gran muestra que el aguante y la bravura trascendían los límites de nuestra patria y esto quedó aún mayormente refrendado en el siguiente viaje a la cancha de San Lorenzo en Argentina. El mítico aguante de los argentinos quedó en vergüenza ante la Bullanguera que se escucho durante todo ese encuentro. Fue la primera muestra clara que lo de "no me importa en qué cancha juguemos, a los azules los sigo a donde van" iba muy en serio. A medida que el fin de campeonato se acercaba crecía el ambiente de fiesta, que tomó cuerpo con el recordado 1 a 0 a Católica en el Nacional, con el cual ganamos la punta del torneo. El final de fiesta se vivió a 2.400 metros sobre el nivel del mar, en una tierra árida y escondida. Sin embargo, los azules se las ingeniaron para escalar y repletar con 18.000 hinchas el estadio El Cobre, en una tarde histórica para esa ciudad, que vio aumentada su población en más de un cien por ciento. Era un día que pasaría a formar parte de los recuerdos más gloriosos de la historia del club. El llanto, la euforia y la emoción de toda una hinchada que nunca había vivido en carne propia lo que era ser campeón y tocar una copa. Sólo algunos habían podido tocar la copa del ascenso en el ’89, pero la sensación obviamente no era la misma. De esta forma se rompía una maldición y se entraba en una etapa triunfal que duraría aún más.
También en 1994 en el Congreso Nacional se dictaba la ley 19.327, referida a la violencia en los estadios; con ésta pensaban controlar ciertos focos de violencia que sucedían en las canchas. Producto de esta ley, se "obliga" a abrir un registro de identificación a las barras, el famoso empadronamiento. Se suponía que todas las barras debían cumplir el mandato, sin embargo la única que cumplió fué la nuestra. El aceptar la norma y empadronarse creó una división dentro de la hinchada. Estaban por una parte los que accedían a hacerlo y los que estaban en contra, por considerar que la medida solo buscaba "fichar" a los barristas y tenerlos identificados para, en caso de desórdenes, poder buscarlos más fácilmente. Una de las cláusulas dela ley señalaba que debía limitarse un sector cerrado exclusivamente para la barra y aquel que no tuviese su carnet de empadronado no podría ingresar, ya que no sería considerado como barrista. esto hizo que muchos accedieran al requerimiento para no quedarse fuera del lugar que habían ocupado siempre; los más radicales en cambio, no quisieron ser identificados y rehusaron a inscribirse.
En la práctica la medida fué de cartón, ya que en el debut de las rejas quienes no podía ingresar por no tener su cartnet, igual lo hicieron saltando las vallas y la tan temida medida quedaba así en nada. En todo caso, se encargó de cambiar la geografía del sector sur con dos nuevas rejas, que separaron a la hinchada en tres, por que a esas alturas la brava ya cubría la galería sur de codo a codo.
El año 1995 venía con Copa Libertadores incluida y en las tierras de Colombia también hubo un pequeño grupo de azules que se desplazó para ver al León. En esa temporada la U siguió dando espectáculo en cada cancha donde jugaba y la fiel hinchada hacía lo propio armando fiesta en la galera. No era de extrañar entonces que a final de año en un Estadio Nacional con 80.000 camisetas azules (en una asistencia histórica), los Leones dieran nuevamente la vuelta olímpica cumpliendo así el sueño de muchos, de ver al equipo campeón ante sus ojos. Años atrás, nadie hubiese soñado con un título, y menos aún con un bicampeonato, pero estaba escrito: la pasión pudo más que la esquiva história.