La hincha que le ganó a Blanco y Negro

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La hinchada azul en el Monumental en el clásico del año pasado.
La hinchada azul en el Monumental en el clásico del año pasado.

Faltando sólo días para un nuevo superclásico, Rincón del Bulla desmenuza lo sucedido en la edición del año pasado con Isidora Pérez, la hincha de Universidad de Chile que se atrevió a denunciar Blanco y Negro por la serie de lesiones que sufrió en el ingreso al Monumental y que la tuvieron tres meses sin trabajar.

Isidora Pérez Miranda, arqueóloga de 28 años, toda su vida fue hincha de la “U”, pero desde hace doce años comenzó a seguir al equipo azul a donde juegue: actualmente puede decir que conoce todos los estadios de Chile, mientras que de Sudamérica solo le falta viajar a Colombia y Paraguay.

Por eso no es de extrañar que la mañana del domingo 19 de octubre de 2014 asistiera a una nueva edición del superclásico en el Estadio Monumental. Llegó por calle Departamental junto a la tradicional caminata que realizan los hinchas azules cada vez que visitan el reducto de Macul, pero esta vez decidió adelantárseles junto a una amiga para evitar aglomeraciones.

Antes de llegar, se cubrió la camiseta porque notó que no había cerco divisorio entre hinchas azules y albos, por lo que la intersección de las calles Departamental y Exequiel Fernández era tierra de nadie. “Camotes iban, camotes venían”, rememora. Allí notó el primer error del operativo de seguridad.

Tras tensos minutos esquivando piedras, finalmente logró llegar hasta el acceso de la galería Magallanes, la única destinada para el público visitante. Sin embargo, se encontraría con un panorama adverso: había una fila inmensa, las puertas estaban cerradas porque adentro la galería ya estaba colapsada y el único era muy pequeño para los miles de hinchas que aguardaban por ingresar. Aún faltaba una hora para el partido.

Junto a su amiga, Isidora se puso a un costado de la fila para evitar los golpes de Carabineros y el chorro del carro lanza agua, que ya estaba actuando sobre la masa inquieta. Ahí, tras largos minutos de espera y sin que Isidora se diera cuenta, se abrió la tan esperada reja, y el caos se desató.

Minutos infernales

Una vez que se abrió la puerta, la masa entró enardecida, pues sabían que era la última oportunidad de entrar a un estadio atiborrado de gente. Isidora recuerda que se la llevó la fuerza de la muchedumbre e inmediatamente se dio cuenta que era algo descontrolado, por lo que intentó salir, pero no pudo. Trató de darse vuelta, y algunas personas que ya estaban en el suelo le provocaron la caída accidental.

Ahí comenzaría su infierno. “Empezó a caerme encima gente, gente y más gente, y yo no me podía levantar. Fueron como siete personas”, recuerda.  Luego, le caería alguien directamente sobre la pierna, siendo forzado su pie para un lado y su rodilla para el otro, haciéndole palanca. “Pensé que me iban a fracturar la pierna, porque no la podía sacar, era un dolor muy grande”. Pese a que gritó pidiendo ayuda, el caos generalizado impidió que la oyeran. “Yo creí que me iba a morir, estaba entregada. Decía ‘ya, Isi, aguanta, aguanta’, y ahí me empecé a dormir hasta que me desmayé”, rememora.

– ¡Despierta, despierta!

– ¡Es la Isi! ¿¡Qué le pasó!?

Cuando la gente a su alrededor notó su estado, la socorrieron. Entre ellos, un amigo que la reconoció. Isidora no podía despertar, estaba como en un sueño, dice. Hasta que lo logró.

Cuando volvió en sí, estaba sin una zapatilla, sin sus lentes de sol, había perdido el carnet y por la nariz le caía sangre producto de que se le reventaron los vasos capilares a causa de la presión, pero pese a todo, mantenía su entrada apretada en la mano. Una foto capturada media hora después de los hechos muestra a Isidora con la cara moreteada y los pómulos con un tono verdoso, producto de las magulladuras.

No hubo ambulancia ni enfermería a su servicio. Entre dos conocidos la ayudaron a encontrar sus pertenencias extraviadas en la avalancha humana –el carnet nunca apareció- y luego la harían pasar a la galería, antes de que se cerrara definitivamente el acceso. Era mejor estar adentro que afuera, porque en la calle Carabineros repelía a quienes se quedaron sin ingresar, transformando los alrededores en un campo de batalla.

Ya en el estadio, se puso un polerón a modo de cuello ortopédico y se fue una vez que se calmaron los ánimos. Afuera la esperaba su padre, quien la llevó de inmediato a la clínica Santa María para ser atendida. En aquel momento, Isidora aún no dimensionaba todo lo que se vendría por delante, y la derrota que vivió su equipo aquel día pasó a ser nada más que una anécdota.

La carga física y psicológica

Así lucía Isidora tras la serie de lesiones.
Así lucía Isidora tras la serie de lesiones.

El saldo de lesiones que dejó la avalancha en el cuerpo de Isidora Pérez fue desolador: esguince cervical –le impedía tragar-, contusión periocular, esguince de ligamento de la rodilla grado 2-3 con microfactura, contusión en la parrilla costal y en brazos con un nervio afectado. Los médicos le dijeron que ese día perfectamente pudo haber muerto, y que se había salvado de no tener fracturas en la cara.

Isidora comenzaría a vivir desde ya las consecuencias de las lesiones. Estaría tres meses sin trabajar, debido a que por su trabajo de arqueóloga debe desempeñarse en terreno. Al día siguiente tenía previsto un viaje a Coyhaique para un congreso, pero no pudo viajar, perdiendo los pasajes.

Luego se dio cuenta que también le afectaría en lo cotidiano: estuvo cinco meses sin poder subirse al metro y hasta el día de hoy se pone nerviosa al estar en lugares con mucha gente. “La carga era demasiada, fue una recuperación súper difícil y lenta”, comenta.

Dentro de todos los padecimientos que vivió, asegura que el tema psicológico fue lo más complicado: “Me daba impotencia no saber por qué mierda me había pasado eso, que era algo que no merecía. Además, para el juicio tuve que contar lo que me pasó muchas veces. Fue desgastante, porque era revivir la angustia del momento. Me ponía a llorar cada vez que lo contaba”, recuerda.

Sin embargo y contra todo pronóstico, Isidora se demoraría menos de una semana en volver al estadio, cuando al fin de semana siguiente fue a ver la “U” contra Palestino. “Ese día le dije a mi viejo, ‘voy a ir igual, porque me estoy deprimiendo’. Necesitaba una inyección anímica. Y me dijo ‘sí, pero vas conmigo’. Y fuimos a un sector más tranquilo de la galería, sentaditos, siendo que yo siempre veo los partidos de pie”, rememora.

Marcando un precedente

Fue el mismo día de los hechos que Isidora decidió que las cosas no podían quedar así. “Cuando me vi en la clínica, dije ‘esto tiene que parar, alguien tiene que hacer algo’, tenía mucha rabia. Tenía que buscar al abogado y encontrar la forma de que a estos tipos (Blanco y Negro) les caiga el peso, no la podían sacar tan barata”, comenta y se ofusca con solo recordarlo.

Rápidamente se puso a trabajar con la Asociación de Hinchas Azules (AHA), organización que agrupa a hinchas de la “U” interesados en recuperar el rol social del cuadro laico y en la que Isidora es directora económica. En primera instancia presentaron una denuncia a fiscalía, pero no tuvieron resultados positivos.

Fue entonces cuando en los últimos días de diciembre salió en los medios de comunicación que el Juzgado de Policía Local de Macul había acogido la demanda civil presentada por el hincha Juan Moya en contra de Blanco y Negro, pues se había quedado afuera del superclásico teniendo su entrada en mano. La concesionaria debió pagar una multa de $430 mil pesos y una indemnización al afectado de $50 mil.

“Yo vi el caso en las noticias y dije ‘quiero a ese abogado, quiero a un abogado ganador’”, recuerda Isidora. Buscó al afectado a través de Facebook, le pidió el contacto de Álvaro Delgado, el abogado que le había ganado la demanda a Blanco y Negro, y rápidamente pusieron manos a la obra.

El paso siguiente fue un trabajo coordinado entre la AHA y el abogado Delgado, donde se intentó aglutinar gente afectada en ese partido para demandar de forma colectiva, pero pese a un entusiasmo inicial, finalmente solo Isidora concretaría la denuncia.

Para Juan Carlos Gimeno, director de la comisión jurídica de la AHA, la explicación para esto es que “se ha adoptado como legítimo que cada fin de semana los derechos de los hinchas sean vulnerados solo por asistir al estadio, entonces culturalmente eso ha impedido que más personas afectadas lleven a tribunales sus casos”.

Gracias a un trabajo de recopilación de antecedentes, videos y a los informes de Carabineros, Intendencia Metropolitana y Plan Estadio Seguro, Isidora pudo presentar una denuncia abundante en evidencia. Finalmente, en los primeros días de septiembre salió la resolución donde la Justicia impuso a Blanco y Negro una multa de cuatro millones de pesos, además de una indemnización para Isidora de dos millones.

Sobre la suma, Isidora plantea que “mi abogado dijo que la indemnización era buena, aunque yo quería demandar por tres millones. No recibí sueldo esos tres meses, porque trabajo boleteando, y tuve que rechazar muchas pegas. Y también hay daños morales, porque me era muy difícil movilizarme al kinesiólogo estando lesionada”.

En tanto, Álvaro Delgado dice que quedó satisfecho con el monto indemnizado. “Dos millones de pesos es una cifra bastante buena, que considerando los costos de la causa serán como dos millones y medio. Los tribunales de justicia no suelen dar multas por este tipo de sucesos”, plantea el hombre que con este caso ganaba su segunda demanda a la concesionaria alba.

Por su parte, Juan Carlos Gimeno destaca el hecho de que “este logro significa un precedente, porque son escasas las ocasiones, sobre todo desde el advenimiento de las sociedades anónimas deportivas, en que los hinchas hemos podido tener triunfo sobre estas empresas concesionarias que nos arrebataron tanto y de las cuales hemos podido obtener muy pocas victorias”.

La visión de Blanco y Negro

El informe evaluativo de Carabineros de aquel día es lapidario contra Blanco y Negro. Las fallas fueron abundantes y son expuestas en detalle: ingreso de objetos prohibidos –lienzos, bengalas y artificio-, riñas al interior y exterior del estadio, escaleras de evacuación copadas por hinchas e incidentes en los estacionamientos –simpatizantes albos encararon al arquero azul Johnny Herrera-. Además, se señala que siendo las 11:23 horas, el jefe de servicio, prefecto Óscar Salazar, decidió el cierre de la puerta del sector visitante por estar sobrepoblado.

Felipe Nakagawa, subgerente de Operaciones y Seguridad de Blanco y Negro, asumió recién en agosto de este año, por lo que no formaba parte de la concesionaria para aquel superclásico de 2014. Sin embargo, tiene conocimiento de los hechos y asume el rol corporativo al declarar.

Sobre lo sucedido aquel día, si bien asegura que la concesionaria realiza la autocrítica, tampoco exime de responsabilidad a los hinchas. “Hubo problemas de coordinación sobre la apertura y cierre de puertas, pero además, un mal comportamiento de la hinchada visitante, porque no respetaron las indicaciones de cómo eran los ingresos. Como era una cantidad limitada de tickets, muchas personas llegaron y utilizaron a la masa para tratar de ingresar sin tenerlo, por eso tuvo que actuar Carabineros y hubo desórdenes”, sostiene.

En cuanto al plan de acción en caso de que un hincha se accidente en el estadio de Colo Colo, asegura que cuentan con un operativo de seguridad, con ambulancias y personal calificado para atención de primeros auxilios, y en caso de ser algo más serio, derivación inmediata al centro asistencial designado. Sin embargo, ese día nada de ello ocurrió con Isidora.

– ¿Se puede garantizar que esos incidentes no se repetirán en el próximo superclásico?

– Podría garantizar que estamos tomando todas las medidas para evitar que vuelvan a ocurrir- asegura Nakagawa.

Añorando otro sistema

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Tras la resolución, Blanco y Negro tuvo cinco días como instancia de apelación, y apeló. El abogado Delgado plantea sobre esto que “creemos que nos va a ir bien, las pruebas que presentamos son contundentes al ser informes de autoridades. Aparte, ya existe un fallo de la misma corte de abril de este año (por el caso de Juan Moya), entonces no debería cambiar el criterio. En ese sentido, Blanco y Negro no presentó ninguna prueba para desvirtuar lo que nosotros sosteníamos”.

Cuando se le pregunta por la conclusión que saca de todo lo vivido, Isidora no duda en dar una dura opinión sobre el modelo actual que rige al fútbol chileno. “A mí me parece que nos quieren echar de los estadios, porque las sociedades anónimas ganan mucha más plata por concepto de CDF que por hinchas en el estadio. Los malos accesos y entradas caras son para que no vayamos más. A estos tipos de suerte no se les ha muerto nadie, porque estaba para que se muriera alguien ese día y eso es algo que se repite”.

Siguiendo con su análisis, plantea como solución al problema de la violencia en los estadios un sistema horizontal: “Yo apelo a la responsabilidad de ambos lados y a la inclusión de los hinchas en las discusiones más importantes de la organización de los espectáculos. En Chile todo es con la prohibición, el castigo y discriminación. Con la lógica de los poderosos de que ‘hay que sacar a estos delincuentes, que sigan delinquiendo en sus poblaciones’ no va a cambiar nada”, opina la joven que sigue tan hincha como antes del accidente.

– Falta menos de una semana para el próximo superclásico en el Monumental. ¿Irás?

– Sí, por supuesto. Sin ningún miedo, ya tengo mi entrada- sentencia Isidora.

La voz del hincha

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