Para aquellos que vivimos ese título y crecimos sabiendo que la corona significaba el fin a una maldición que había durado 25 años, el recuerdo nos pone la piel de gallina y no dudamos en brindar por aquel logro.
Vargas, Castañeda, Fuentes, Delgado, Guevara, Musrri, Mardones, Valencia, Aredes, Ibañez y Salas, pueden ser apellidos comunes en muchos lugares del mundo, pero esos once apellidos junto a una docena más cambiaron la historia de los hinchas azules, y si a esos apellidos le ponemos Sergio, Cristian, Ronald, Rogelio, Fabian, Luis, Patricio, Esteban, Raul, Juan Carlos o Marcelo comenzamos a soñar y a recordar ese hermoso año 1994, cuando después de 25 años el “Romántico Viajero” volvía a levantar la copa y se campeón del torneo nacional. En esos tiempos los hinchas azules sabíamos que perfectamente podíamos ir ganando un partido, y por un mal cobro de un árbitro o por falta de experiencia salíamos de la cancha como perdedores, pero al domingo siguiente estaríamos nuevamente alentando a nuestro equipo. Tenía tan solo ocho años cuando junto a mi padre y mi hermano recorrimos los estadios siguiendo a la “U” en segunda división, no nos importaban las burlas de familiares, compañeros de colegios o amigos y seguíamos cantando “Somos, somos los leones de la U…”. No nos importó que la contra se alzara como campeón de la copa libertadores mientras nosotros jugaramos la liguilla de promoción, seguíamos cantando “Somos, somos los leones de la u”. Hasta que en 1994 ese equipo mágico cambió el canto y partido a partido fue creciendo las ganas de ser campeones, de levantar esa copa luego de esa noche que no solo se apodero de nuestro equipo, también lo hizo en todo nuestro país, con excepción de los incoloros que se vieron favorecidos.
Era un día como hoy pero veinte años atrás, y en el patio de la casa el televisor había desplazado a la familia, y a la comida. Necesitábamos escuchar ese “grito en el desierto” aquí en plena ciudad de Santiago. Hacía un calor veraniego, “miltonteras” y compañía comandaban la transmisión desde el salvador. El equipo se notaba nervioso y en el minuto seis o siete del segundo tiempo, en un corner donde el superman chocó con scooby, cabeceó la pelota el “Fito” Adolfo Ovalle y la pelota entró al arco azul, por lo que significaba un partido a definición con los cruzados. Los hinchas azules sabíamos que con la suerte que andabamos trayendo en los últimos 25 años, ese partido lo perderíamos por razones extrafutbolisticas y la copa nuevamente la veríamos desde lejos. Durante los siguientes 26 minutos mi cerebro se dividió en dos, uno concentrado en el desarrollo del partido, mientras la otra parte de mi cerebro recordaba la campaña del “Equipo Mágico”, y aquí me voy a detener. Recordé el 3-1 a los incoloros en el nacional, ese 5-2 a los panaderos en emocionante partido en el nacional. También se me cruzó por la mente ese amargo empate a cero con cobreloa en el nacional y que de haber ganado ya hubieramos sido campeones la fecha anterior, acto seguido recordé el 4-2 a Cobreloa en Calama. Por último se vino a mi memoria de ese gol del “Matador” a las monjas y que hasta el día de hoy lloran. Volvamos al salvador, la pelota pasaba rozando los palos, el matador se perdía goles que en otros partidos los mandaba a las mallas, hasta que en un centro del ñato Jara al “Matador” que chocó con Juan Rivera e Imperatore no dudo en cobrar la pena máxima. Ahí el gran “Pato” Mardones se paró frente al balón, con todo un país atento a la jugada, le pego fuerte al medio y el “grito del desierto” se escuchó en Chile entero.
Sin dudas que ser azul es mucho más que ese titulo de 1994, o la sudamericana del 2011, ser azul es ir al estadio en las buenas y en las malas, con lluvia y con sol. Aún recuerdo el primer partido que me llevó mi padre, fue un desastre, la “U” perdió 5-0 con Cobreloa y pese a aquello fuimos al siguiente partido. Ser de la “U” es celebrar el triunfo, acompañar en el empate y cantar más fuerte en la derrota, “Somos, somos los leones de la U….”.