Hace doce años que Universidad de Chile no gana en el Estadio Monumental. Claro, la última vez fue en aquel lejano año 2001 con goles de Rivarola, inmortalizando su eterna polera goleadora que lo llevaría a llamarse “Gokú”, Arilson y Carlos Garrido, entregándole un 2-3 a los azules en dramática definición. Luego de eso, empates y derrotas para los del chuncho.
Sin embargo la historia tras ese estadio es mucho más oscura y mucho más cercana a los azules de lo que algunos creen.
Corría el año 1948, en la presidencia de Chile estaba el Radical Gabriel González Videla y a la cabeza de la casa de estudios de la Universidad de Chile, el rector Juvenal Hernández Jaque.
Este último impulsó la constitución de una sociedad anónima deportiva, o sea el club de fútbol de la Universidad de Chile ponía acciones a la venta. Pero esta decisión del rector Hernández no fue por un mero capricho, sino que la idea buscaba financiar un proyecto maravilloso: el estadio propio del cuadro azul (sería el tercer intento de coliseo para los Leones).
Para esto se pusieron a la venta 30 mil acciones con un valor de 1.000 pesos por unidad (pagadas hasta en 10 cuotas), acciones de las cuales algunas fueron compradas por el mismísimo Gabriel González Videla, siendo esto mostrado como una gran publicidad para que el resto de los seguidores del equipo laico hicieran efectiva la compra de éstas.
El rector Hernández dejó a cargo del proyecto a dos hombres de su entera confianza, Jorge Pica, siendo éste el gerente general de la sociedad anónima y al atleta Mario Recordón como arquitecto del anhelado estadio.
La idea central del proyecto era bastante ambiciosa: comprar un terreno llamado “Fundo La Castrina”, ubicado a unos 8 kilómetros al sur de Plaza Italia, y en él construir el estadio más moderno de Sudamérica, el cual contaría con canchas de entrenamiento para el plantel de honor, canchas para las divisiones menores, piscina olímpica, campos para todas las ramas deportivas de la Universidad (tenis, polo, rugby, remo), un teatro al aire libre, casino, un autódromo y un aeródromo, además del coliseo en sí, obviamente. La U soñaba en grande y era pionera en el continente en este tipo de temas. El nombre que todo esto llevaría: Estadio Monumental Universidad de Chile.
Sin embargo la venta de acciones no prosperó y solamente se lograron comercializar 3.800 de ellas, recaudando 3.800.000 pesos, muy distante de los 30 millones esperados, quedando todo esto en nada más que un sueño.
Lo interesante o lo que le da más morbo a esta historia es que de haberse concretado el estadio azul hubiera estado ubicado a pocas cuadras del actual Estadio Monumental de Colo Colo, además, y curiosamente, el arquitecto del estadio de los albos fue el atleta Mario Rocordón, sí, el mismo que estaba a cargo de la construcción del Monumental Universidad de Chile. Otra cosa que se comenta es que también fue el primer nombre tentativo “Monumental” de un recinto deportivo en toda América, sabiendo la cantidad de coliseos llamados así hoy en día.
El sueño de la casa propia estuvo cerca y no fue sólo una promesa al viento lanzada por los dirigentes de aquella época. Tampoco fueron “falsas esperanzas”, como las que se han vivido por muchos años, el tercer intento de la construcción del estadio de la U iba en serio y de no ser por el inconveniente económico en la venta de acciones se podría haber concretado debido a que todos los que estaban a cargo así lo deseaban. Algún día llegará y cuando eso pase estas informaciones seguirán siendo lo que son hasta hoy, una anécdota más en la fallida obtención de la casa propia, aunque cuando se concrete, quizás sean más graciosas que hoy.