Que no cambie la convicción

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Foto: Claudio Cáceres
Foto: Claudio Cáceres
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Un planeta entero paralizado por los Juegos Olímpicos, que se disputan en Londres en esta ocasión, solo un hombre y sus dirigidos tomó como fundamental el encuentro que se llevaría a cabo en Kashima, en la localidad de Ibaraki en Japón. Uno que enfrenta todo como si fuero lo último, Jorge Sampaoli. 
 
Terminó la travesía en tierras japonesas por parte de la Universidad de Chile. Todo nuevo. Muchas esperanzas; poco apoyo. 
 
La Copa Suruga Bank, que acoge al campeón de la copa de Japón y el campeón de la Sudamericana, un invento de los asiáticos iniciado en el año 2008, no recogía el glamour, cobertura mediática e importancia de los JJ.OO. Por esta razón no se transmitió sino por canales de pago. Salvo para un hombre, don Jorge Sampaoli, quien vive el fútbol de una manera particular. Para unos es un completo loco; para otros un genio incomprendido. 
 
Salió de Chile junto a sus dirigidos una semana antes de disputar el partido contra Kashima Antlers con la clara convicción de quedarse con el título.  Se aclimataron, prepararon el partido, estudiaron el rival, y por parte del medio local recibieron la burla y el ninguneo. Total, la copa no es oficial, no está reconocida por la FIFA y a nadie le importa. Total, en Londres la cosa está que arde, aunque a los chilenos nos ha ido como el ajo.  
 
Obviando todo esto, Sampaoli sigue una filosofía y no la cambia por nada. Salió a la cancha en Kashima con lo mejor que a su juicio tenía para exponer. Se paró, como siempre, al borde del campo con la energía y ganas características. Su vista estaba centrada en conseguir el título y a su lado, uno que tampoco falla, Sebastián Becacece.
 
Pero no se logró el objetivo: tras el 2-2 en los 90 minutos se cayó en los penales por 7-6. Aún así, el encuentro dejó un sabor amargo en su resultado. Uno que va más allá del cliché que los penales son una lotería, sino por lo mostrado en cancha, donde los chilenos fueron amplios dominadores del choque que tuvo lugar en el Estadio de Kashima. Y eso Sampaoli lo sabe y debe angustiarlo. 
 
En un partido con más tintes de amistoso, donde se permitió hacer siete cambios, la “U” sacó lo mejor de sí, demostrando que aún tiene deseos de triunfos. Esto contenta a los hinchas y a un país, que tendrá representación internacional para rato con este equipo azul. Que fallara en la definición es un detalle, total a pocos le interesaba esta copa. De los nipones, que poco y nada sabíamos de ellos (más que los dirigía un brasileño y que no se trataba del Niupi), se vio un equipo deslucido, que se defiende bien y que aprovechó las ocasiones. No fue superior a la “U”, pero se quedó con su copa.
 
Una copa que desconocíamos, y de la que muchos de burlaron, fue la que ciegamente el técnico azul, Jorge Sampaoli, incentivó a sus dirigidos a conseguir, sin más motivaciones que la que llena a un grupo de ganadores. A unos que no entienden otra cosa que la victoria y que en vez de sufrir por una derrota, salen más fuertes y sanas las llagas con más victorias. El hambre parece insaciable. El golpe no los afectará. Este 8 de agosto saldrán nuevamente con todo a enfrentar el duelo por el torneo local, pensando desde ya en la definición por la Recopa contra el Santos brasileño. 
 
Porque que haya ganado o no tal trofeo no hace a “los leones” mejores o peores, ni hará que la hinchada sienta más cariño por su escuadra. Ni siquiera que Jorge Sampaoli deje de pensar como lo ha hecho en toda su carrera. Tampoco, sería algo para contar a las próximas generaciones. Y menos, camaradas, debemos pensar que no viviremos la experiencia nuevamente. Sino que el único impulso, sello característico Sampaoli, es el hambre de victoria. Sea aquí, sea donde sea, la fuerza e intensidad con la que vive la “U” cada partido es digno de alabar. El pueblo azul debe sentirse orgulloso de poseer un adiestrador como el que lidera esta Universidad de Chile. 

La voz del hincha

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