El tricampeonato de la U tiene mucho para analizar, tanto por el proceso semestral como por la polémica final de vuelta. El mal arbitraje, los puntos bajos de la U, la altura de O’Higgins… Siempre es necesario ver todo el cuadro, más allá de la merecida nueva estrella azul. ¿Es justo que la U sea el campeón? Sí. ¿Era justo si O’Higgins era campeón? También. El deslavado formato de playoffs permite que la frase “el fútbol no sabe de justicias” se relativice, porque los azules obtuvieron el tricampeonato gracias a una campaña que los mantuvo como el mejor cuadro de la fase regular y no por las dos finales, en las que “El Capo” fue superior.
Tras la decimosexta estrella queda mucho paño que cortar, y vamos a empezar por lo más preocupante. La popularización en las últimas semanas del “lo damos vuelta” si bien es una demostración de la confianza del hincha de la U en su escuadra, es también un indicador preocupante del descenso en el rendimiento de un equipo que hace año y medio tiene al medio chileno acostumbrado al éxito. Personalmente lo adjudico a la lectura de los partidos de ida, en donde tanto el técnico como los jugadores se han plantado de forma errónea, pero han cambiado de cara a la vuelta. Contra Boca, Colo Colo y O’higgins hubo errores en la ida que fueron perfeccionados en la segunda tanda, para así intentar obtener un buen resultado. Asimismo, el agotamiento de algunas piezas claves ha sido notorio, y es urgente que los suplentes tomen ritmo para un segundo semestre nutrido de fútbol.
En lo que respecta al arbitraje, la conclusión es una sola: Osses es un árbitro pésimo, espantoso. Siempre termina siendo él la noticia, por sobre el desempeño de los equipos que se enfrentan cuando es el encargado de impartir justicia. En la final de vuelta no fue la excepción: Díaz merecía la expulsión, Saavedra también, el empujón de Barroso era sólo para amarilla, el penal de Marino no existió, no cobró penal por una mano en el área de los celestes y tampoco por el tironeo a Junior. 6 errores en una instancia definitoria no es un saldo positivo. ¿Fue el gran artífice del triunfo azul? No, porque no hizo el gol de Marino ni tampoco tapó tres penales; pero sí logró que una final que estaba de infarto se ensuciara con una malísima labor. Muy mal indicador para el referato chileno.
Aprovecho este espacio para hacer un llamado de atención breve, pero conciso. Las redes sociales sirven para debatir, pero con respeto. Aborrezco profundamente la nueva tendencia de putear a cuanto periodista aparece, por el sólo hecho de no compartir su criterio. Señor hincha, si no tiene un argumento sólido que vaya más allá de un par de puteadas, quédese callado porque su termocefalia lo deja en ridículo a usted, a nadie más. ¿Por qué? Porque cuando gana la U, se titula con los azules; cuando gana Colo Colo, la portada se la llevan los albos; cuando los cruzados obtienen triunfos, las letras grandes son de ellos y así sucesivamente; lo que no quiere decir que no se pueda reflexionar del tema, discutiendo sobre los matices y encontrando distintos puntos de vista. Es así de simple y no hay para qué buscarle la quinta pata al gato, no sea pelotudo.
Finalmente, mención especial para O’Higgins, un equipo que con trabajo serio y comprometido ha logrado posicionarse como uno de los cuadros más competitivos del medio chileno, entrando a play offs de forma seguida y luchando por las primeras posiciones con armas de temer. Me saco el sombrero ante un cuadro que podría haber sido campeón, pero que no supo sellar su suerte en los 90 minutos y menos aún en los penales, en donde la figura descollante de Herrera debe llevarse los aplausos.
Indudablemente el sabor de la gloria se ha hecho una constante en la U, pero siempre es bueno reflexionar respecto todo lo que deja tras su paso, la estela, de la decimosexta estrella en el firmamento azul.