El Gobierno iniciará el Plan “Estadio Seguro” en este próximo superclásico. La idea es apreciar un espectáculo tranquilo, donde prime lo futbolístico. La separación entre hinchas y delincuentes parece algo vital. La pregunta surge si en esta fiesta el bombo qué lugar ocupará. De partida lo quitarán, ¿pero eso va en beneficio de un partido seguro? Hace un par de semanas el actual Gobierno de nuestro país inició los preparativos para la entreda en vigencia de su llamado plan “Estadio Seguro”, como una suerte de revolucionario instrumento preventivo contra la violencia en los recintos deportivos. Desde ahí la lluvia de críticas que han surgido son miles. Considero que lo ideal sería separar los hinchas que acuden al estadio a alentar a su equipo de los que simplemente van a delinquir. Pero las medidas impuestas por el Gobierno se puede apreciar un híbrido entre propuestas de progreso y otras de poca tolerancia frente a actos comunes del fútbol. Por primera vez tendremos un clásico entre la Universidad de Chile y Colo – Colo, el número 167, tosco, raro, carente de algo. Será la primera vez que verá la luz dicho programa de seguridad en los estadios.
Una de las propuestas, la que principalmente nos compete, es la prohibición del ingreso de bombos e instrumentos de toda índole para sumarse a la barra a ver un partido de fútbol. Le pasó a Wanderers, le pasó a la bandita de Magallanes, y sí, señores, le pasó a Los de Abajos. Ad portas del esperado evento máximo de nuestro deporte pelotero, uno se pregunta, ¿el carnaval del que nos jactábamos los hinchas azules y que es reconocido en nuestro continente llegaría a su fin?
Si bien son varios los que lo han dicho, pero cabe oportuno señalar nuevamente que los bombos, banderas, lienzos, instrumentos musicales, y todo artefacto en pro de darle vida y gracia al fútbol no van de la mano con la violencia y delincuencia, como se ha tildado por parte del Gobierno en beneficio de la aprobación que pretende hacer una jugada elitista el nuestro balompié. Estos instrumentos, al fin y al cabo, quieran o no le dan vida al fútbol, y son parte de este deporte desde hace años.
El modelo que presentó el Ministerio del Interior, encabezado por Rodrigo Hinzpetters, y que coordina Cristián Barra, el poco agraciado “Estadio Seguro”, es un intento de imitar lo que hicieron los ingleses para la seguridad de sus recintos deportivos, especialmente para erradicar de éstos a los hooligans. El plan inglés les ha funcionado desde años, convirtiéndolos como el país con mayor seguridad en los estadios. Cabe recordar que el Fútbol de la Premier League es de los más poco agraciado, que más simpatía tienen los encuentros en Pro Evolution Soccer. En Chile las medidas son aisladas, casi lanzadas al azar, tratando de combatir sectores, pero no yendo a la causa misma. La violencia se vive, en nuestro querido Chile, no solo en los estadios, sino, por nombrar algunos, en la educación, en los jóvenes, en las minorías, en el trabajo, en la salud. El problema es mayor, señores. Quien va al estadio a robar y a provocar desmanes no se le debe solo prohibir la entrada al recinto deportivo, sino otorgarle una pena civil, pues la prioridad de aquel tipo simplemente no es ir al estadio a alentar un equipo, por lo que no estará para nada triste con no asistir más durante un par de semanas. Pero no, prohibamos los bombos. Prohibamos la orquesta. Prohibamos el Loro, el Diablo, el León. Prohibamos el carnaval. Prohibamos la fiesta por la que europeos vienen a Sudamérica para ver nuestros espectáculos. Prohibamos los gritos, cánticos y garabatos, pues podríamos ser considerados delincuentes. Prohibamos todo eso y contratemos CDF, para ver los partidos desde la comodidad y seguridad de nuestro sillón. Un fútbol sin fiesta.
Por años he ido al estadio, y lo pienso seguir haciendo, como hincha, no como delincuente. Espero que al bombo se le deje de dar como en las fiestas, por parte del Gobierno y autoridades del fútbol. Espero, también, que se deje de buscar explicaciones a lo que se tuvo que haber erradico hace años.