La búsqueda por la decimocuarta estrella comenzó con baile. Los cinco goles anotados ante Cobresal confirmaron las grandes expectativas que rodean a esta Universidad de Chile modelo 2010. Sin embargo, en este contexto se cosechan conflictos silenciosos, pero bastante relevantes. Como dicen, la alegría de unos siempre es la tristeza de otros. En este caso, de los formados en casa.
Sin dudas, la pretemporada del Romántico Viajero se caracterizó por el éxodo masivo de futbolistas nacidos en las divisiones inferiores y la llegada de refuerzos desde el exterior, en especial desde la República Oriental de Uruguay.
Dicho esto, vuelve a colación una de las prácticas más reprochadas a nuestra cultura futbolística: La desvalorización de los jugadores locales, en específico de los formados en las canteras de los equipos, en beneficio de los foráneos, quienes no sólo gozan de mejores oportunidades para saltar al campo de juego, sino también reciben mejores remuneraciones que los elementos subidos al plantel estelar desde las divisiones inferiores.
Precisamente, estos dos factores son claves a la hora de analizar el repunte de los trotamundos y la caída de los caseros.
Escasas oportunidades = malos resultados
Las nulas posibilidades de jugar que tienen muchos de los jugadores criados en el Caracol Azul son una constante, más aún si se analiza a fondo la conformación de la planilla 2010 de la “U”, la cual se desglosa de la siguiente manera:
De 29 jugadores, 14 son formados en la cantera universitaria: Octavio Colmenares, Miguel Pinto, Emmanuel Vargas, Christopher Casaretto, Matías Celis, Carlos Escobar, José Rojas, Marcelo Díaz, Manuel Iturra, Gonzalo Novoa, Nelson Pinto, Felipe Seymour, Yamil Cortés y José Luis Silva, y 7 son extranjeros: Esteban Conde, Mauricio Victorino, Matías Rodríguez, Álvaro Fernández, Walter Montillo, Diego Rivarola y Juan Manuel Olivera.
El resto son jugadores nacionales que han llegado al Chuncho desde otros clubes.
De estos 14 futbolistas, apenas seis ven acción de manera regular en el cuadro laico: Miguel Pinto, José Rojas, Marcelo Díaz, Manuel Iturra, Nelson Pinto y Felipe Seymour.
El resto, en total, apenas ha disputado 28 encuentros durante su carrera, con un saldo de 8 victorias, 9 empates y 11 derrotas.
Al evidenciar de manera empírica la hipótesis, es necesario buscar alguna razón para sustentar dicho fenómeno.
Un sólido argumento es que el Mundial se juega a mitad de año y los jugadores extranjeros necesitan sumar minutos en cancha para deleitar el paladar de sus técnicos, postergando a los players nacionales.
Sin embargo, al parecer la falla viene desde mucho antes, quizá desde la cuna.
Para esto, es necesario apuntar a los torneos juveniles, en especial los del Fútbol Joven organizados por la ANFP, donde tanto en las categorías Sub 17 como 18, claves en la formación de los futuros profesionales, la escuadra estudiantil se quedó con las manos vacías.
En el certamen Sub 18 2009, los universitarios quedaron al margen de la postemporada tras caer ante el Audax Italiano por siete dianas a cero en la última fecha de la etapa regular. Un fracaso rotundo, tomando en cuenta que en la edición ´08 alcanzaron la final, siendo derrotados por Colo Colo.
En la división Sub 17, la decepción llegó en una etapa más avanzada, dado que Santiago Morning dejó fuera a los azules en las semifinales del evento.
Por último, en la Copa UC Sub 17, celebrada durante este mes en San Carlos de Apoquindo, el nombre de Universidad de Chile se inscribió en el sexto lugar entre ocho equipos participantes.
Es evidente: el ostracismo de los valores en pleno desarrollo no sólo se debe al arribo de jugadores extranjeros de peso y con claras aspiraciones de Copa del Mundo, sino también a los magros resultados obtenidos en las competencias menores, donde la “U” fue por muchos años una de las potencias de la rama, pero que en los últimos ejercicios ha fallado en su afán de conseguir logros relevantes.
Diferencias de peso (s)
La competencia entre nacionales y extranjeros no sólo se desarrolla dentro del terreno de juego, sino también en el plano monetario.
Es así como la semana pasada estalló una polémica en el seno laico, cuando un grupo de jugadores nacidos futbolísticamente en las huestes azules, conformado por Miguel Pinto, Manuel Iturra, José Rojas, Marcelo Díaz y Felipe Seymour, se unió a Marco Estrada y Walter Montillo en pos de una revisión de sus respectivos contratos, con el fin de denunciar las grandes diferencias salariales entre los foráneos y los locales, donde, según fuentes anónimas, los primeros ganan entre tres y cinco veces más que los segundos.
Con el fin de escudriñar este conflicto, ESPN reprodujo un top ten publicado por La Tercera respecto a los sueldos más altos del fútbol nacional hasta la fecha (http://espndeportes.espn.go.com/news/story?id=962443&s=chi&type=story )
En dicho artículo, se incluyen cinco jugadores de la “U”, todos extranjeros: Álvaro Fernández lidera la lista con $15 millones de pesos al mes, seguido de Mauricio Victorino con $13 millones mensuales. Más atrás, Juan Manuel Olivera se ubica en la quinta plaza con $11 millones, Matías Rodríguez lo sucede con $10,5 millones de la moneda nacional, y Walter Montillo ocupa el décimo escalón con $8 palos cada 30 días.
Los dos únicos chilenos en esta categoría pertenecen a la Universidad Católica: Milovan Mirosevic (séptimo con $10 millones) e Ismael Fuentes (noveno con $9 millones).
Las estadísticas avalan la presunción de una debilidad de las instuticiones por los extranjeros, la cual va más allá de la participación en el campo de juego, llegando hasta lo más hondo de los bolsillos de los profesionales.
Juveniles, necesarios en la crisis
La pasada década del fútbol chileno se caracterizó por una severa crisis económica, provocada por los altos salarios de varias estrellas provenientes del extranjero, la cual llevó a dos de las más grandes instituciones, Colo Colo y la “U”, a la quiebra.
En dicho momento, los jugadores formados en las divisiones inferiores tuvieron un rol fundamental, siendo protagonistas en los torneos locales y siendo los garantes de la competitividad de sus respectivos equipos.
Ahora, cuando el balompié nacional se recupera de la irresponsabilidad financiera, los juveniles dan un paso al costado casi por obligación para allanar el camino de las grandes contrataciones extranjeras.
Lejos de pregonar ideales chovinistas y aun cuando los resultados den la razón a unos por sobre los otros, no hay que olvidar que los formados en “casa” son el fruto del trabajo social más profundo de una institución.
Quizá muchos digan que “da lo mismo quién juegue, mientras ganen…”.
Quizá sea cierto, pero ante cualquier eventualidad (Y ojo que la “U” sabe mucho de catástrofes financieras…) es mejor que las tropas de reserva se encuentren listas y dispuestas…