Como floridano, el 2008 fue distinto. El Mundial Femenino sub-20 propulsó la reconstrucción del Estadio Municipal, aledaño a mi hogar, donde la luz verde para recibir a la “U” se pudo encender por fin. Un manjar, considerando mis ausencias por colegio, en 2005, y por vacaciones, en 2007. Esto sucederá el sábado, a las 19:00 horas…pero, ¿qué pasará en el futuro? ¿Con qué seguridad se acogerá a los grandes?
{mosimage}Esta interrogante surge como resultado de las primeras fallas estructurales en los estadios Bicentenarios, tanto de La Florida (http://diario.elmercurio.com/2009/03/07/deportes/_portada/noticias/4E0B3DE1-04DF-4720-896A-638F54C5F7AE.htm?id=%7B4E0B3DE1-04DF-4720-896A-638F54C5F7AE%7D) como Coquimbo, las cuales arrojan un gran signo de interrogación en torno al bienestar de los espectadores.
Acto seguido, la euforia de recibir al cuadro universitario en plena Avenida Enrique Olivares podría ser pasajera, dado que los rumores de un cierre del inmueble retumban la serenidad de la verde comuna.
Justo cuando el país se jactaba de poseer infraestructura de nivel mundial, justo cuando los relatores deportivos se perdían en elogios hacia las nuevas joyas, justo cuando creíamos avanzar…la realidad nos golpea (otra vez).
¿Por qué?
El archivo de la Confederación Sudamericana de Fútbol, marcó con la fecha del 18 de septiembre de 2006 la designación de Chile como la sede de la cita mundialista, más de dos años antes del puntapié inicial en Coquimbo (http://www.conmebol.com/articulos_ver.jsp?id=59562&slangab=S).
Con el hipertexto como prueba irrefutable, la pregunta es inevitable: ¿por qué las construcciones apenas comenzaron a finales de 2007, concluyendo meses antes de la célebre inauguración?
Silencio en la corte: el Gobierno y la Anfp se acaban de ubicar en los asientos de los imputados.
Por un lado, el Ministerio de Obras Públicas debió establecer plazos idóneos para el término de los nuevos estadios, considerando doce meses como insuficientes para entregar en óptimas condiciones los recintos (¿Será verdad eso de que “los chilenos hacemos las cosas siempre a última hora”?).
Por otro, la Anfp reprobó en influencia burocrática, donde aún somos peso pluma a la hora de recibir beneficios de la Fifa. Al momento de la nominación, Reinaldo Sánchez ocupaba el sillón principal en Quilín, pero carecía del beneplácito del ente rector. Pero la llegada de Harold Mayne-Nicholls le cambió la cara a nuestra administración: trajo a un muy buen técnico y consiguió importantes amistosos y participaciones internacionales para la Roja adulta y juvenil, entre otros logros. Si hubiese llegado antes, estaríamos hablando de fechas límites coherentes, como gozaron Alemania, Corea del Sur y Japón, y Sudáfrica (seis años cada uno para organizar sus respectivas citas); para el Mundial Femenino de 2011, los teutones gozarán de cuatro años de preparación.
Pero los peces gordos están lejos de ser los únicos culpables.
En Coquimbo, se descalifica a la “U” por los siempre inútiles rayados y las grietas en los pasillos del Sánchez Rumoroso, tras los encuentros ante Municipal Iquique y Aurora de Cochabamba (http://megagalerias.terra.cl/galerias/index.cfm?id_galeria=39148). Estos hechos demuestran la participación de terceros, donde el público asistente a los espectáculos también es apuntado con el dedo inculpador.
Por último, don Calendario cierra la lista de imputados por el “caso estadios”.
En este menester, la opinión pública obvia la constante utilización de los recintos, donde tanto La Florida (semifinales) como Coquimbo (cuartos de final y el encuentro decisivo) recibieron fases de la Copa Chile, más las localías de Audax Italiano, Coquimbo Unido y la Universidad de Chile… ah, y los encuentros de la ya mencionada Copa Mundial.
¿Hasta cuándo hablaremos de un país desarrollado, si nuestros estadios se construyen a medias?
Mientras sufrimos con la falta de renovación de ciertos deportes, es lamentable observar cómo, tras aperturas efervescentes con bombos y platillos, retrocedemos otro paso.
Los estadios son como una rosa: son la más bella de su especie, pero, una vez obtenidas, deben ser mantenidas con cariño y esmero. No basta con sólo tenerlas: deben ser cuidadas.
Evitemos el marchitamiento de nuestras rosas de acero y titanio, para continuar amparando a los grandes del fútbol chileno por varias décadas más. Público y dirigentes deberán cooperar en aquello.
¿Será posible, considerando tantos pétalos rotos?